El albornoz está asociado al lujo, pues no hay huésped que se resista al verlo cuando entra en el baño y lo ve colgado junto al espejo con ese aspecto tan confortable y suave que le caracteriza.

¿Sabes cómo surgió la idea de los albornoces? Esta palabra proviene de la etimología árabe al-bumus, que hace referencia a un pañuelo típico que se usa en el desierto para protegerse del sol y que se ajusta a la cabeza. El albornoz nació cuando las tribus bereberes del norte de África usaban una especie de capa hecha con lana para taparse de las frías noches del desierto, e incluso del viento.

Poco a poco, esta especie de capa de lana, con capucha, empezó a popularizarse y a extenderse con otros usos. De ahí que el albornoz a día de hoy esté confeccionado por tela de toalla y se emplee para cubrir el cuerpo y secarlo.

¿Eres de albornoz o de toalla?

El mundo está dividido entre aquellas personas que prefieren secarse con toallas al salir del baño y aquellas que su momento favorito del día es cuando se ponen el albornoz. Aunque la función de ambos elementos es común, secar el cuerpo, existen diferencias que hacen que optemos por una experiencia u otra. Por ejemplo con la toalla los pasos se resumen en: salir de la ducha, tirar de la toalla, enrollarla en el cuerpo y vestirnos. La toalla se relaciona con lo efímero y práctico, mientras que el albornoz envuelve una experiencia totalmente distinta.

Cuando optamos por enfundarnos en un impoluto albornoz blanco nos estamos ofreciendo tiempo a nosotros mismos. El albornoz nos da la posibilidad de preparar la ropa una vez salimos de la bañera, lo que en muchas ocasiones da una comodidad extra. También, hace que nos olvidemos de los molestos goteos por la espalda y del inquietante frío que entra por  los hombros y el pecho. Por lo tanto, ¿por qué el albornoz a día de hoy es una pieza clave en toda habitación de hotel o alojamiento rural que se preste?

• El albornoz se adapta a cada cuerpo. Las toallas se resbalan sobre la piel mojada pero los albornoces no, estos la abrazan. Además, es fácil acertar con la talla del albornoz porque la mayoría cuentan con unas medidas estándar con el objetivo de que todo huésped se sienta libre y cómodo.
• Tiempo para nosotros mismos. Si nuestros huéspedes prefieren arreglarse tranquilamente antes de ponerse la ropa de calle o simplemente prefieren estar más cómodos no tendrán que preocuparse de que la toalla se les resbale. Y también una buena opción porque previene de situaciones embarazosas, ya que no todos los huéspedes viajan en pareja o familia. El albornoz permite que se eviten situaciones como esa típica toalla que se cae en el momento menos oportuno.
• ¿Quién dijo frío? Como hemos comentado, los albornoces abrigan más que las toallas. Resulta muy agradable ponértelo cuando te das una ducha en invierno y no quieres salir del baño y helarte. Las toallas dejan los hombros y el cuello al descubierto mientras que el albornoz nos abraza además de cubrirnos más las piernas. ¿Y en verano? En esta época del año en la que el frío no es problema, la ventaja del albornoz es que te permite secarte mucho antes.
• Exhibe estilo y comodidad. Los albornoces pueden hacernos sentir como unos reyes. Haz memoria: ¿cuándo has visto una película en la que el o la protagonista sale del baño qué se pone? Exacto, el clásico albornoz blanco. Hagamos de esto un elemento a nuestro favor y ayudemos a los huéspedes a sentirse como verdaderas estrellas de cine con un elegante albornoz.
• La opción ideal para los más pequeños. Los niños son auténticos terremotos cuando les toca la hora del baño, por eso el albornoz es la opción preferida por la mayoría de padres. El albornoz es mucho más difícil de quitar que las toallas, les cubre mejor del frío evitando resfriados y les da a los padres más tiempo para poder ponerles la ropa.

Por todo esto no lo dudes, equipa tu alojamiento con albornoces y marca la diferencia, incluso puedes añadir el nombre de tu alojamiento o logotipo para hacer sentir a tus huéspedes incluso mejor que en su casa.